Siempre, pero sabéis que hay millones de personas que entre sus habilidades no se encuentra
el saber pedir ayuda. Se meten en la cama, lloran, se vuelven invisibles para el mundo, tienes
reacciones desproporcionadas a la situación, en fin…. No sabemos cómo decir “necesitamos
ayuda”.
En los más de 20 años que llevo luchando o por lo menos intentando convivir con mi trastorno
puedo contar por millares las veces que debí pedir ayuda y no lo hice, que pude asistir algún
centro antes de realizar la conducta problema, pero no sabía cómo se hacía y que de nuevo
había vuelto a fallar a los míos, a mí, a los que esperaban que fuera la última vez.
El despertar
Cuando te despiertas en el hospital, la mente se disocia y tiene dos tipos de pensamientos, el
que te corroe el alma y el cuerpo y lloras porque otra vez de nuevo estas ahí respirando y en el
que te das cuenta que tu enfermedad te la ha gastado, pero bien.
Has vuelto a tocar fondo y tu cuerpo y tu mente saben que necesitas cuidado, que te ha dicho
que pares, que es hora de descansar y de intentar curarse, o al menos es el momento que
tanto te negabas a aceptar, pero amig@ es ahí hay que pedir ayuda.
Porque no olvidéis que esto ni es fácil ni es rápido los procesos y terapias mentales a los que ya
somos conscientes de ello son duros, muy duros y a pesar de nuestro trabajo, el de nuestro
equipo, siempre debemos estar alerta de que la cuesta abajo puede venir en cualquier
momento del camino.
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